Ambos estaban muy intrigados acerca del otro. Apenas sabían nada e imaginaban el resto. Aprovechaban cualquier detalle en los gestos, las palabras o vestimenta como para descubrir gustos, ideas, sensaciones o carácter que los hiciera acercarse un poco o alejarse más.
El juego consistía en acercarse a la realidad del otro y ocultar la propia, intentando que sólo las esencias se posaran sobre ellos y salieran corriendo a esconderse de lo terrestre.
Ella lo vio acercarse y con el afán de escuchar algo que la descubriera un centímetro más del enigma, retiró el auricular de su oido. Él no comprendió el gesto, pero reacomodó su estrategia y le preguntó con una sonrisa:
-¿Puedo saber qué escuchás?
-¿A vos qué te gustaría que escuche? - retrucó ella
-Cualquier cosa que te haga sentir...
-¿Y qué te gustaría que me hiciera sentir?
-Mi voz al lado de tu almohada...
Ella se sonrojó, él mantuvo su mirada, ella introdujo nuevamente el auricular, él comprendió que iba en la dirección correcta, ella intentó olvidarse de la situación subiendo el volumen de su pasacassette, él se sentó a su lado, y luego ambos callaron.

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